El Blog de la Ciudad de Dos Hermanas
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Las haciendas de olivar de Dos Hermanas: Modernidad (IV)

El siglo XVI viene caracterizado por una gran movilidad en la formación de los patrimonios que no necesariamente nacen del tamaño que luego los observamos en los siglos XVIII y XIX. Las haciendas siguen creciendo por adición y compraventas en una época de gran trasiego comercial, o están asentadas sobre espacios colonizados de antemano como grandes explotaciones (alquerías árabes). Nobleza e Iglesia se muestran ya como los mayores propietarios de tierras, una vez que los apuros de la hacienda carolina han obligado al emperador a deshacerse, a través de ventas, de muchas tierras de realengo y otras procedentes de las Ordenes Militares, de la que era Maestre. Dicho proceso, fechado en la primera mitad del siglo XVI, se complementa en la segunda mitad del siglo con la venta de otros señoríos eclesiásticos, lo que precipita el dominio señorial laico en dicha comarca.

En este contexto de asentamiento señorial, las haciendas surgidas a partir del siglo XVI, en términos generales, crean pequeños núcleos de población en régimen de autoabastecimiento. La Mesta las hizo también acercarse a la economia agropecuaria. Por tanto nobleza y clero, los grandes propietarios de tierras de la época, contemplan de manera primordial entre sus rentas la riqueza proveniente de las exportaciones de productos del campo y fijan la identidad de la nobleza agraria bajoandaluza.

El proceso de señorialización de la tierra continúa en el siglo XVII. No hay que olvidar que en este siglo y el siguiente los hacendados, señores o eclesiásticos, perfilan una mentalidad protectora sobre sus propiedades que los lleva a amoyorazgarlas y vincularlas para preservar su integridad. La ciudad de Sevilla, por su parte, se vio impotente ante el proceso de enajenación de sus tierras de jurisdicción desencadenado por nuevas concesiones de la Corona. La ciudad no tenía capacidad económica para comprarlas y por tanto cayeron en manos del señorío laico.

Aunque el siglo XVII es de decadencia para la economía comercial sevillana, no parece afectar la necesaria economía de base agraria. De hecho el vocablo hacienda se populariza a la par que se observa la construcción de otras nuevas. La razón posible es que la tierra seguía viéndose como la inversión segura y prestigiosa, aún más si se acompañaba de dicha edificación. Según la tesis de M. Drain la contracción de la economía, alentó a los comerciantes aún más a las inversiones rústicas con el consiguiente crecimiento de la propiedad. De ser cierta la aseveración, esta llegada de dinero fresco procedente del comercio, al siempre descapitalizado mundo rural, explicaría la apariencia en auge del negocio agrario, presidido por la continua demanda inversionista en tierras.

En el siglo XVIII, la compra de explotaciones de olivar es un objetivo prioritario de los excedentes de capital y Sevilla se ha especializado en el comercio del aceite. Según el estudio del mercado de la tierra de M. Gamero se compravenden gran cantidad de haciendas de procedencia libre que suponen el 89% de las 235 vendidas, entre 1700 y 1834. Algunas salen varias veces al mercado para disgregarse o volverse a reunir. Por ejemplo, la «Santísima Trinidad de Gines cambia varias veces de manos en pocos años: en 1789 Manuel Morales la vende al marqués de Monteflorido, que en 1793 la vende a Antonio Lemos Pinto, que en 1818 la vende a Francisco Javier Oviedo. Por su parte, procedente de la desamortización, aunque se vendieron pocas (unas 28) salieron al mercado sin parcelar (justificado en que no eran ni de gran tamaño ni de calidad) tanto las 13 procedentes de la Compañía de Jesús, como las que se venden en el Trienio Liberal. Para hacernos una idea de la importancia que tendrían estas explotaciones, podemos aportar el dato de que de las 235 haciendas vendidas, 202 tenían caserío propio. Tal demanda explicaría por sí sola que se expandieran los plantíos y también que se revalorizara el precio. A mediados del siglo XVIII, M. Gamero constata ya la consolidación de la propiedad de las haciendas de olivar en manos del capital urbano (nobleza o burguesía) lo que unido al estado de amortización en que va cayendo gran parte de la propiedad haría que sólo las quiebras o dispersión entre herederos posibilitaran su movilidad. De cualquier forma casos puntuales estudiados por la autora, como el de Alcalá de Guadaira, muestran en este municipio un gran movimiento de propiedades, sin duda reflejo de las especiales características comerciales de una villa tan próxima a la ciudad. La autorización de los cerramientos en el siglo XVIII ayudaría a una consolidación de las explotaciones agrarias y a una relativa estabilidad. Sin duda acontece entonces la implantación más generalizada de la hacienda en la Campiña y las proximidades de Sevilla. A finales del siglo se contabilizan en torno a trescientas construcciones.

Fuente: Las haciendas de olivar de Dos Hermanas de María Cruz Aguilar, Mercedes Gamero y María Parias.

Hacienda de Quintos