El Blog de la Ciudad de Dos Hermanas
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Las haciendas de olivar de Dos Hermanas: Antigüedad y medioevo (III)

La hacienda hunde sus raíces en la Sevilla romana y musulmana donde existían asentamientos agrícolas de semejantes características. Los patricios tenían villas de recreo cerca de los núcleos de población y exportaban aceite desde el Valle del Guadalquivir hacia otros puntos del Imperio. Los árabes se instalaron en los mismos lugares buscando la linea fronteriza de defensa.

Tras la Reconquista los Caxar o caseríos se asignaron como «heredades». Las tierras de «heredad de trigo» o «heredad de olivar», de menor extensión, las disfrutaron numerosos y pequeños propietarios. La razón es que el repartimiento se hizo entre caballeros y peones del rey. A los primeros se les dio 8 aranzadas de olivar y 2 yugadas de tierra de labor y algunas viñas. Los peones recibieron la mitad.

En el siglo XIV se supera la etapa del pequeño reparto al comenzar las repoblaciones en el Aljarafe, Rivera y Campiña. Los nuevos dueños de la tierra, también señores jurisdiccionales, ponen en marcha la nueva economía organizada en torno a poblados campesinos a los que se cede el dominio útil de la tierra en explotación «por juro de heredad» a cambio de rentas jurisdiccionales. Esta organización no surge bajo la presión demográfica sino todo lo contrario. Su finalidad no era otra cosa que la repoblación. El profesor M. González Jiménez ha documentado perfectamente el fenómeno de la atracción ejercida por las tierras andaluzas sobre los repobladores castellanos; de la misma manera que los pocos atractivos económicos de la zona que posteriormente precipitaban los despoblados. En efecto, a finales del siglo XIV habían desaparecido las 32 aldeas que se crearon en mino de Ecija, excepto la Monclova; la aldea de Luchena próxima a Mairena; Gómez Cardeña Utrera; Casaluenga en La Rinconada; Machalomar en Bormujos; Palmaraya en Guillena: Zaudín en Bormujos, etc; algunos de cuyos nombres identificamos hoy como cortijos y haciendas.

En este contexto se entienden las cesiones, daciones, mercedes, y la aparición de nuevos señorios jurisdiccionales como los que concede Enrique II (Castilleja de Talhara, Marchenilla, etc). Propiedades que se transmitirían posteriormente -las menos por herencia, las más por compraventa- propiciando cambios de manos y aparición de nuevos latifundios. Estas tendencias se acentúan con los Austrias que hacen importantes ventas de señoríos de las Ordenes Militares, de la Iglesia y de realengo, así como conceden la mayoría de los títulos nobiliarios de la provincia. En consecuencia la repoblación sevillana del siglo XIV, va unida a la profunda señorialización del campo sevillano. Señoríos cuyas características hoy nos son perfectamente conocidas. Están asentados sobre núcleos rurales o aldeas con escasa población; la mentalidad rentista del titular del donadío hace que lo poblara de vasallos labradores a los que daba tierras a cambio de prestaciones en especie o en dinero; sin olvidar las rentas señoriales provenientes del ejercicio de la jurisdicción, así como la reserva de monopolio de lagares, molinos, hornos y tabernas».

En el Aljarafe y la Rivera la iniciativa de la repoblación la llevan las Ordenes Militares y la Iglesia de Sevilla, sin desdeñar los particulares, máximos impulsores de la repoblación de la Campiña entre los que destaca la pequeña nobleza sevillana.

Por lo demás una estructura de la propiedad de la tierra en la que cabe desde el minifundio no funcional -procedente a veces del reparto del latifundio original- cedido en enfitéusis al pequeño campesino jurídicamente libre, al latifundio, algunos de nueva gestación y ajenos a la reconquista y repoblación del siglo XIII.

Fuente: Las haciendas de olivar de Dos Hermanas de María Cruz Aguilar, Mercedes Gamero y María Parias.

Hacienda Doña María