El Blog de la Ciudad de Dos Hermanas
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Historia de la Hermandad de Valme

El documento más antiguo que menciona la Hermandad de Valme data de 1628 y corresponde a un «Libro de los hermanos que se van admitiendo en la cofradía y hermandad de Ntra. Sra. del Valme, que está en la Capilla del Campo de Quartos». Se inicia el 6 de agosto del año referido con el ingreso de veinticinco hermanos, entre los cuales se encuentran Diego Martínez de Mendiguren, beneficiado de la iglesia de Dos Hermanas; Juan de Pozas, cura de dicha iglesia; Francisco Gallegos, sacristán mayor; Bernardo de Correa, clérigo de menores; Luis Manuel Gudiol, corregidor de la ciudad de Guadix y el capitán Manuel Bernaldo de Quirós, alcalde ordinario de Dos Hermanas por el estado noble, entre otros. El hecho de que en esta fecha ingresaran en la Hermandad personas de la importancia de los curas de la villa y del alcalde por el estado noble nos sugiere la posibilidad de que ésa sea también la fecha de fundación de la Hermandad. Un dato que avalaría esta hipótesis es que sólo a partir de 1628 existe documentación correlativa que nos permite reconstruir la historia de la corporación en el siglo XVII. Así, podemos conocer las visitas que la autoridad arzobispal realizó a la Ermita y a la Hermandad de Valme durante este siglo.

Del siglo XVIII existe también alguna documentación interesante e inédita, aunque escasa y fragmentaria. La Hermandad estuvo activa, al menos, hasta 1725, año en el que se entabló un pleito entre la cofradía y el prior de las Ermitas del Arzobispado, ya que este último había nombrado ermitaño a Juan de Herrera sin contar con el beneplácito de la Hermandad. Recordemos que, hasta entonces, era la propia cofradía la que designaba al santero, quien debía obtener luego la aprobación y licencia del Arzobispado, pero no la de la dignidad prioral.

Pero si el XVIII se nos presenta como un siglo oscuro por los escasos testimonios que poseemos de él, la centuria siguiente es, sin duda, la más trascendental de la historia de la Virgen de Valme. En efecto, el XIX, llamado «siglo de las revoluciones» por las convulsiones y rupturas que durante él se produjeron, marca un hito importantísimo en la evolución histórica de la Hermandad de Valme. Comienza con el traslado de la Virgen a la parroquia de Dos Hermanas como consecuencia de la epidemia de fiebre amarilla. La permanencia de la imagen en la villa a partir de 1800 causó el abandono total de la Ermita y su posterior ruina. Este hecho, unido a la etapa de postración en que se encontraba sumida la Hermandad, hizo que se planteara, por vez primera, un contencioso entre el Hospital de la Resurrección de Utrera, propietario del Cortijo de Cuartos, y la Hermandad de Valme, por la propiedad de los terrenos colindantes con la Ermita. Tal pleito fue iniciado por el ermitaño de Cuartos, Juan Andrés Aicardo, y por el secretario de la Hermandad, Andrés López Mérida, que, en 1816, llegó a dirigirse al rey Fernando VII para que pusiera fin a la «usurpación» de terrenos que, supuestamente, había realizado el Hospital de Utrera en detrimento de la Virgen de Valme. El contencioso continuó hasta 1818 y aunque pasó por diversas instancias, desde el Supremo Consejo de Castilla hasta el Arzobispado de Sevilla, no pudo probarse el derecho de la Hermandad a disponer de los terrenos situados alrededor de la Ermita.

A partir de 1820, la Hermandad entró en un perído de decadencia y quedó prácticamente extinguida hasta que, en 1833, debido a la epidemia de cólera que asoló Dos Hermanas, salió la Virgen en procesión de rogativas e intentó reorganizarse, sin éxito, la Hermandad, para lo cual se nombró una nueva Junta de Oficiales presidida por José García Azpeitia.

En esta decadente coyuntura apareció un personaje importantísimo que revolucionaría la historia de la Virgen de Valme: Cecilia Böhl de Faber, «Fernán Caballero», autora de la novela costumbrista «La familia de Alvareda». Como sabemos, en esta obra la escritora hace referencia a la ruina del Santuario de Valme y al Pendón supuestamente donado por San Fernando a la Virgen. Ello llamó la atención de los Duques de Montpensier, que promovieron la restauración del Pendón en 1857 y la reedificación de la Ermita en 1859. Como consecuencia de estos hechos, se intentó reorganizar nuevamente la Hermandad, para lo cual se presentaron en el Arzobispado nada menos que dos proyectos de reglas: uno fechado el 28 de septiembre de 1859 y otro el 27 de noviembre del mismo año. Lo más curioso es que ambos llevan la firma del párroco, Antonio de Jesús Carmona, que, según parece, promovió la fundación de una nueva congregación para tributar culto a la Virgen de Valme al margen de la decaída Hermandad, cuyos miembros legítimos presentaron su proyecto de estatutos en diciembre. Éste consta de más de 84 reglas, además de una amplia introducción con la historia y la tradición de la Virgen de Valme y está refrendado por numerosos miembros de la Hermandad, los cuales aparecen como continuadores «en la debocion y culto de Ntra. Sra. del Valme»; es decir, que se proclamaban sucesores de aquéllos que habían intentado reorganizar la Hermandad en 1833.

Al Arzobispado llegaron, pues, dos proyectos de reglas, refrendados por personas distintas y avalados por el mismo cura, con la pretensión de fundar, en el primer caso, y de reorganizar, en el segundo, la Hermandad de Valme. El asunto era difícil de resolver, lo cual explica la actitud pasiva de la curia diocesana, que dio la callada por respuesta y no aprobó ninguno de los estatutos presentados. Pasaron los años y, en junio de 1866, María del Rocío Lázaro López, «camarista» de la Virgen desde doce años antes, solicitó del cardenal la expedición de un título oficial que la ratificara en el cargo. El Arzobispado pidió un informe a los curas del pueblo, los cuales consideraron muy conveniente el nombramiento. La propuesta del cura fue aceptada por el cardenal, que, el 21 de junio, nombró a María del Rosario López Rubio camarera de Ntra. Sra. de Valme. Precisamente, a raíz de este conflicto, y tras solicitar varios informes al cura, los funcionarios del Arzobispado se percataron de que todavía estaban sin aprobar las reglas de la Hermandad, pero, al intentar subsanar este «error», el fiscal y el provisor no repararon en que se habían presentado dos proyectos de reglas y, sin mayores precauciones, aprobaron, el 7 de agosto, los estatutos de septiembre de 1859 creyendo que eran los «legítimos», lo cual provocó la reacción airada de los representantes oficiales de la corporación, que llevaban siete años esperando la ratificación de las reglas presentadas en diciembre de 1859.

A partir de 1866, y hasta 1870, se plantearon, pues, numerosos problemas y tensiones, no sólo entre los «bandos» enfrentados a que se refiere el cura Álvarez en su informe, sino también entre el Arzobispado, el Ayuntamiento de Dos Hermanas y el capellán de la Ermita, José María Ruiz García. Tales conflictos tenían como núcleo central la posesión de la imagen, que se encontraba en su Ermita desde el 9 de octubre de 1859 y que los nazarenos querían volver a venerar en la parroquia. Las múltiples controversias que existían en torno a la Virgen de Valme llegaron a su máxima expresión cuando, en noviembre de 1869, el cura de Dos Hermanas y el capellán de la Ermita se enfrentaron por la exacción de los derechos de cierta misa que éste pretendía celebrar en el altar mayor de la iglesia ante la Virgen de Valme, a lo que el párroco no accedió. Sin duda, el trasfondo de este incidente radicaba en que la imagen había sido trasladada al pueblo en enero de ese año a pesar de la oposición del capellán. Este accidentado período llegó a su fin con la refundación de la Hermandad de Valme en mayo de 1870 por un grupo de jóvenes que nada tenían que ver con los problemas y las desavenencias surgidas anteriormente y que pretendieron borrar el azaroso pasado de la corporación. En 1870 se inició, pues, un nuevo y decisivo período para la Hermandad de Valme que rompió con gran parte de la anterior historia de la cofradía. La reorganización apareció, en efecto, como la fundación de una nueva Hermandad, hecho éste que se aprecia claramente en el artículo 65 de las reglas aprobadas el 13 de junio de 1888, donde se habla de los «fundadores de ésta Hermandad Don Juan Sanchez Martin, Don Antonio Muñoz Garcia y Don Manuel Lopez Garcia, vecinos de ésta Villa», que «vienen con tal carácter asociados desde el año 1870 para tributar solemnes y fervorosos cultos á la Santísima Virgen de Valme». Pero, a pesar de todo, estos supuestos «fundadores» no eran más que los enésimos reorganizadores de una Hermandad que ya existía en 1628.

Sede de la Hermandad de Valme
Sede de la Hermandad de Valme

Fuente: Web de la Hermandad de Valme